lunes, 8 de noviembre de 2010

LA MENTE SEXUAL, O EL SEXO MENTAL



Durante las visualizaciones creativas previas a mis trabajos de regresión con mis pacientes, ordenaba –siempre con su anuencia– que visualizaran determinada situación, algún objeto, cierta sensación corporal o del ánimo. A algunas personas no les resulta fácil visualizar con los ojos de su mente. Entonces les aclaro que pueden ver, imaginar o sentir. Cualquiera de las tres cosas es válida para el trabajo. Pero no siempre encuentras colaboración, y ante la supuesta incapacidad para ver, sentir o imaginar vivamente, y para mejor entendimiento del cliente, les hago reflexionar sobre cierto aspecto muy claro de la mente:


-          ¿Usted se masturba? –le pregunto con la seguridad que me concede mi trabajo.
-          ¿Por qué me hace esa pregunta, doctor? ¿Es que tiene algo que ver con mi regresión?
-          No, pero, entiéndame. Tengo que ponerle en una situación en la que se sienta acorralado en sus conceptos, para que surja la luz. Y, en este momento me resulta fundamental la pregunta. A la que, por supuesto puede negarse a contestar.
-          No, si no es eso. Es que me ha extrañado por lo infrecuente. Pues, no. Nunca me he masturbado. No sé ni cómo se hace…
Después de esta respuesta, mentirosa por supuesto. Le hago una relajación profunda, le toco el brazo y le hago que me diga si siente mi mano por encima de su ropa. Luego continúo la sesión apoyándome en sus sensaciones.
-          No, si no es eso. Es que me ha extrañado por lo infrecuente. Pues, sí. Con cierta frecuencia.
-          Y ¿En qué piensa cuando se masturba?
-          Pues en alguien que me agrade, o en una situación que me produzca mucho morbo, o en algún deseo sexual insatisfecho…
-          Esa es la clave. Si tiene capacidad para imaginar, sentir o visualizar cualquiera de esas situaciones, puede también imaginar, visualizar o sentir un perro verde. Pongo por caso.
Esa es una parte sustancial de la sexualidad humana: Imaginar, sentir, visualizar. Yo pondría por encima de las tres la capacidad de sentir; la intención de sentir, el abandono para sentir. Porque, hay quién se niega a sentir en ocasiones, simplemente porque la persona con la que departe, no es lo suficientemente atractiva. En esas ocasiones yo recomiendo abrirse a sentir, posiblemente las caricias no tengan nada que ver con lo que imaginamos que puede dar de sí un físico poco atractivo.



Una amiga ha conocido a un ‘metrosexual’ en el ciber espacio. Ya he aclarado los peligros de este procedimiento de encuentros fortuitos, pero no me escucháis. El caso es que el ‘metro’ mide uno noventa, de cuerpo atlético y bien parecido. Mi amiga ha tenido varias parejas bastante desabridas y desagradables y que nunca la han dicho frases de cariño, ni se han ocupado de ella en absoluto. Hete aquí que el ‘metro’ es cariñoso, afectuoso, versallesco y atento ¿Qué más se puede pedir? Sin embargo no coincide con los patrones de mi querida amiga, a quien le gustan los ‘malotes’. De manera que éste bombón le parece muy blandito. Y ni siquiera se plantea probar, no. Lo descarta y punto.
«Tú no sabes lo que vale el cariño de una fea», dice la copla. Y si no lo sabes ¿por qué no pruebas? Sexo es sexo –hablo de las debidas condiciones académicas– y en el sexo y en la guerra, dicen, que todo vale. Yo no estoy en absoluto de acuerdo, pero dentro de las escasas limitaciones de orden ético y moral, hay que meterse en harina. Cuando llegué a Palencia conocí a una mujer fea donde las había. Bruta de cara, como dicen los italianos. Esto te producía una sensación de reserva, pero en cuanto hablabas con ella diez minutos, se te olvidaba su cara y la empezabas a amar tiernamente, porque yo no conozco una mujer más guapa, sensible y sonriente por dentro.
En el Universo existe una ley ineluctable: «Todo es mental. Todo es mente». El sexo, también. De forma que empecemos a considerar que nuestra mente es el 90% de nuestro sexo. Y todas las patologías que los sexólogos dicen que influyen negativamente en su desarrollo y práctica, como también son mentales, llegamos a la conclusión de que ‘todo el sexo es mente’

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